viernes, 13 de julio de 2012


 EDUCACIÓN E INSTRUCCIÓN

Instrucción, saber y educación
“Instrucción” es un vocablo de origen latino (in, struere) que, etimológicamente, significa “construir en”, y se usa en un sentido material de construcción y destrucción o en un sentido psicológico de “información”, “trasmisión de conocimientos”... Como sinónimo de “información” tiene el sentido de “dar informes”, de “dar forma”. Instructor es la persona de quien parten los conocimientos impartidos; instruída es la persona que los recibe y asimila. Es posible entenderla también como proceso o como término y producto; en el primer caso denota la actividad por la cual se opera la “instrucción”, y en el segundo, el cúmulo de contenidos trasmitidos y aceptados. Se usa este término, en medios jurídicos, para “formalizar un proceso o expediente conforme a las reglas y prácticas del Derecho” (Diccionario de Lengua Castellana); y fuera de este contexto legal, el diccionario recoge estos sentidos: “Doctrinar; comunicar sistemáticamente conocimientos; informar sobre una cosa; dar reglas de conducta”. Todos estos significados tiene la palabra “instrucción” en ciencias de la educación. Básica y primordialmente, instruir es un trasvase de contenidos culturales, es una enseñanza, es un adoctrinamiento, es una información, es un desarrollo intencional de la capacidad asimiladora intelectual que posee el hombre, lo cual le permite situarse mejor en medio del mundo que le rodea, heredar la tradición, revisar las lecciones de estas derivadas, poseer elementos de juicio y de relación, para avanzar y crear. La instrucción hace referencia directa a las potencias cognoscitivas del hombre. Si la instrucción produce otros efectos, serán consecuencia de esta educación intelectual.
La instrucción, junto con la personalización y la socialización, Constituyen el proceso educativo; y por tanto, este capítulo continúa este rico y profundo tema. Antes de nada, y asentada esta base, hemos de reconocer que la instrucción es, al menos, parte del proceso educativo; que lo discutible es el radio de acción de la información, y si puede ser tan amplio, en casos, que constituya todo el proceso educativo, y no sólo una parte.
“Instrucción” es sinónimo imperfecto de “saber”, cuando esta palabra no significa el “gusto” y “saboreo” de lo aprendido, sino escuetamente “conocer”. La instrucción puede denotar un “saber muerto”, es decir, informaciones y conocimientos adquiridos en algún momento de nuestra vida que, por no haber sido integrados en nuestra personalidad, han sido olvidados o rechazados. El “saber muerto” tiene dos explicaciones profundas: la primera es la psicoanalítica, que explica el olvido por una eliminación inconsciente de datos no vinculados al yo o que le hostigan angustiosamente; la segunda es la optimista de quienes piensan que el olvido y rechazo son necesarios para la supervivencia; la creación y el progreso, pues seleccionamos de lo aprendido aquello que más nos enriquece, nos ilusiona y nos rejuvenece proyectándonos hacia un futuro, cargado del misterio de lo desconocido y novedoso. Más superficial es creer que el “saber muerto” lo constituyen una serie de datos superficialmente aceptados, para salir de un trance aceptado pero no vívido como importante; tal sería el mecanismo de olvido y rechazo del material acumulado en vísperas de los criticados exámenes tradicionales, en los que se hilvanan las cosas, pero no se integran y estructuran.
La instrucción puede ser un “saber asistemático o de papagayo”, que es una información repetida tal y como fue trasmitida, sin que haya habido una “experiencia”, en el sentido de J. Dewey, porque no se ha descubierto su mensaje; es un conocimiento epidérmico, sin afectar verdaderamente a la persona; es un saber almacenado sin que se haya convertido en jugo propio; es un saber prestado y repetido, sin que el yo lo haya hecho suyo. Se distingue del “saber muerto”, porque no ha sido rechazado ni olvidado, sino que todavía está presente, recordado; pero poca trascendencia tiene desde el punto de vista educacional.
La instrucción es un saber especializado o reducido, limitado a una pequeña parcela de todo el concierto de saberes; es un equivalente de la formación específica, contrapuesta a la general. Es una manera muy actual de instruirse, convencido el sujeto de la dificultad insalvable de dominar el anchuroso campo de la ciencia total. A medida que la humanidad ha allegado más saber sobre cada cosa o realidad, la limitación humana aconseja renunciar a la vasta sabiduría del erudito, que sabe muy poco de muchas ciencias. El saber especializado es el saber bárbaro, del que Ortega y Gasset hacía broma y del que se reía o compadecía, para lo cual sólo existía el remedio de la Facultad de cultura en las universidades, que era un modo humanístico de defenderse de la reducción al rincón sombrío de un saber tan minifundiado, que rompía la armonía del conjunto.
La instrucción es un saber interiorizado, extremo opuesto del “saber de papagayo” y del “saber muerto”; es el saber que se asimila y pasa a forma parte de la persona, con la que se confunde y en la que resulta imposible disociar lo que era ya pensamiento propio y lo que se ha recibido por la instrucción, porque se integra y estructura en la unidad del yo pensante, influye en la conducta, lanza al hombre a la aventura de lo desconocido y no es fácil señalar la fuente de la que emanó, ya que, vertida el agua en el aljibe propio, pasa a ser personal.

Instrucción y enseñanza
En la díada enseñanza-aprendizaje, la enseñanza es la parte correspondiente al adulto, que trasmite los contenidos culturales, por más que sea un concepto recíproco de “aprendizaje”. En la enseñanza el educando es el término de la acción docente, término necesario para la subsistencia de la enseñanza, pero directamente hace referencia a la acción del maestro. “Enseñar” se deriva etimológicamente de “insignare”, cuyo significado es “señalar en”. Atendiendo a su origen, enseñanza es la acción de señalar contenidos para que el aprendiz se fije y pueda activamente asimilar lo que le indican para fijarse. El docente tiene dos maneras principales de “señalar”: mostrando empírica e intuitivamente las cosas y destacando con un signo o señal las cosas que desea sean grabadas en la mente del que aprende. El que enseña, además de señalar y llamar la atención sobre las cosas, en cierta medida se muestra y “enseña” a sí mismo, convirtiéndose en modelo y patrón. Es una manera de instruir y enseñar: mostrar modelos adultos al ser en desarrollo para que los imite, revise, critique y juzgue, permitiéndole quedarse con lo modélico e imitable aquí y ahora.

Instrucción y aprendizaje
“Aprendizaje” es un sustantivo derivado del verbo aprender, y éste a su vez, del vocablo latino “aprehenderse”, que significa “coger”, apuñar algo para que no se escape. Quien aprisiona y coge es el aprendiz es decir, el educando. En nuestra legislación se ha llamado “aprendiz” a quien se iniciaba en el primer nivel de la formación profesional El acento recae en el educando, en contraposición con la enseñanza que recaía sobre el docente o educador. El diccionario recoge estos sentidos principales del verbo “aprender”: “Adquirir el conocimiento de una cosa por medio del estudio o de la experiencia; tornar algo e la memoria”. El aprendizaje es tarea del alumno, y hoy son tan diversos los significados que pueden darse a esta palabra, indudablemente vinculada a la instrucción, como lo son las escuelas y sistemas que explican este proceso psicológico de enriquecimiento y de asimilación e interiorización de estímulos. Las teorías conductistas y neoconductistas son las más abundantes y las que más llenan los cursos sobre aprendizaje (learning). Justamente el concepto de “aprendizaje” puede ser el eslabón que une dos partes diferentes en su apariencia de la cadena: instrucción y educación. En la definición misma por mí propuesta sobre educación, la instrucción se contrapone, como proceso, la personalización y a la socialización, como si nada tuviera que ver con ellos. El aprendizaje no es instrucción, en cuanto efecto; es mucho más. En los procesos de personalización y socialización hay aprendizaje; y de ahí su misión-puente, porque aprender de esta manera no es instruirse, sino educarse.
El aprendizaje es el proceso contrario a maduración; el aprendizaje es un enriquecimiento mediante la introyección e integración de lo circundante en el aprendiz, en el receptor. Y consecuentemente, no es el aprendizaje una instrucción en quien se instruye, sino mucho más rico y educativo. El aprendizaje es un descubrimiento, un efecto del método heurístico que se concreta en las dos clásicas cuestiones de los estudios norteamericanos sobre aprendizaje: formación y resolución de problemas.

Instrucción y adoctrinamiento
Es una cuestión que ha comenzado a interesar a los investigadores anglosajones, principalmente a aquellos que simpatizan o militan en el análisis lógico de una u otra clase. En estos ambientes todo ha quedado en precisiones lingüísticas y en esclarecimientos conceptuales. Sin embargo, después de que los movimientos liberadores han hecho sus manifiestos, y después de que los regímenes democráticos han cargado de sentido peyorativo la palabra “manipulación”, como antitética de “liberación”, la cuestión del adoctrinamiento educacional, con significado muy próximo a “manipulación”, ha llamado la atención de los centroeuropeos. A nosotros nos resulta de suma importancia y, desde luego, el problema más moderno que entra en la órbita del polimorfismo   del vocablo “instrucción”. En efecto, adoctrinamiento y manipulación son procesos totalitarios, comprometedores de la dignidad de la persona humana y opuesto, por consiguiente, a la educación. La teoría educativa no puede ser indiferente a tan trascendental concepto.
A cuatro disciplinas puede afectar el adoctrinamiento: a la historia y la formación cívico-política, a la formación religiosa, a los filósofos moralistas y a los teóricos de la educación. Sin embargo, no hay consenso, ni mucho menos, en el significado real del vocablo “adoctrinamiento” (“Indoctrination”). Piensan unos que el adoctrinamiento es una adhesión que no se apoya en evidencia, sino en la irracionalidad de una crencia, y sería, a lo sumo, buen preámbulo educacional, porque ahorraría justificar en los estadios primeros de la vida la serie de creencias que en la educación intervienen; sería un estado hipotético, tratándose de adultos, para iniciar el proceso. Creen otros que el adoctrinamiento existe, siempre que no se justifican las creencias no racionales aprendidas por el niño, siempre que al inculcarlas impedimos la capacidad de instrucción posterior. Opinan otros que el adoctrinamiento conlleva “la detención en los niños del desarrollo de la capacidad de pensar por sí mismos”. Hay adoctrinamiento, cuando el docente trasplanta la información a los alumnos, sin dejarles que descubran por sí mismos la realidad y la verdad; algunos más puritanos y exigentes tachan de adoctrinamiento cualquier intento del maestro porque los niños memoricen datos. En la década de los cuarenta, la revolución cultural china y los sistemas soviéticos han hecho más complejo aún el concepto de adoctrinamiento, pues el “lavado de cerebro” es considerado adoctrinamiento.
La complejidad del concepto “adoctrinamiento” dificulta definirlo con exactitud y exclusivismos, pues son varias las situaciones en que pueden darse.  Los criterios más comunes para definir el adoctrinamiento son la intención, el método y el contenido.
En cuanto a las intenciones, se acepta que son cuatro las que pueden convertir una información instructiva en adoctrinamiento: cuando se enseña memorizando sin atender al significado de lo aprendido; cuando el alumno debe creer en la verdad de una proposición sin darle razones; cuando se implanta en el niño la creencia inamovible de una conducta determinada; cuando no se permite al niño descubrir su verdad, sino que se le hace aprender tal y como se la ofrece ya descubierta el docente.
El adoctrinamiento no sólo proviene de la intención del docente, sino también de los contenidos trasmitidos, tales como las creencias religiosas, políticas y morales, campos propicios para el adoctrinamiento, como ya indicamos. Hay autores que abarcan con una expresión genérica ese tipo de contenidos; la expresión es creencias doctrinales. Sin embargo, los más niegan que sea criterio exclusivo y suficiente el de los contenidos ideológicos o doctrinales, si no hubiere intencionalidad de imposición.
También el método puede ayudamos a juzgar si se trata de instrucción o adoctrinamiento, sin que haya necesidad de recurrir a amenazas, torturas o discusiones críticas, para aceptar como verdaderas, sin ser probadas, proposiciones. Todos los métodos dogmatizantes, aunque las apariencias sean tolerantes, son indicio de que el maestro adoctrina en lugar de enseñar.
En conclusión, hay adoctrinamiento siempre que se fuerza una creencia, sea por la intención perseguida, sea por el contenido o sea por el método usado. Y sobre todo, lo hay cuando la creencia forzada se impone como inamovible.


La educación y el adoctrinamiento son extremos opuestos. La educación abre y desarrolla la mente, expulsa las creencias, tamiza y critica; el adoctrinamiento cierra la mente, fomenta las creencias y critica; el adoctrinamiento cierra la mente, fomenta las creencias y no razona. Toda la bibliografía anglosajona repasa las implicaciones educacionales del adoctrinamiento en las áreas donde los contenidos, de suyo, se prestan más a esta forma de instrucción.

Posibilidad de educar moralmente mediante la instrucción
El primer teórico en cuestionarse sobre si la instrucción era medio apto para educar moralmente fue Sócrates, a quien, con razón, puede considerársele  el iniciador del intelectualismo ético, expresión con la cual significamos la opinión de los defensores de la posibilidad de alcanzar la virtud, o sea, la educación moral, mediante procesos cognoscitivos. Este es el alcance histórico del problema y, por consiguiente, es uno de los puntos más discutidos sobre educación e instrucción. No duda nadie que la educación intelectual se realiza a base de procesos cognoscitivos; lo que divide a los teóricos es el pronunciarse sobre el alcance de la instrucción en el terreno de la educación moral.
La virtud (frónesis) socrática es un hábito intelectual, porque saber y querer, virtud y sabiduría son iguales, ya que el bien conocido es necesariamente practicado y el mal no es hecho conscientemente por ningún mortal. Consiguientemente, la educación moral se opera en el entendimiento. Sócrates tuvo de la educación una visión estrictamente ética, y se interesó únicamente por el mejoramiento de la conducta humana. La virtud exige un requisito para necesariamente ser practicada: conocerla; y este conocimiento se alcanza por la enseñanza. La virtud puede enseñarse; y la primera virtud es la sabiduría, entendida como un saber general sobre el bien. Las demás virtudes son también saberes; pero sobre bienes particulares.
La psicología moderna indirectamente se ha pronunciado en esta cuestión. Piaget, en su primera etapa de investigador, reduce la educación moral a la formación del “juicio moral”, que tiene un desarrollo paralelo al genético epistemológico, porque el juicio moral es un aspecto de la actividad intelectual; la educación moral ha de culminar en una autonomía en la esfera de la moralidad, tras haber pasado el niño por periodos de anomia y heteronomia. En S. Freud el origen Y desarrollo de la conciencia moral y su formación siguen otros derroteros —los de su teoría psicodinámica— y la conciencia moral está condicionada por el desarrollo de la sexualidad y la influencia de los modelos parentales, no por la instrucción. A. Roldán hace ver cómo modernamente la educación moral es igual a origen y formación de la conciencia moral, y sin que su pronunciamiento sea claro, acepta el peso de la filosofía neoescolástica a la hora de teorizar sobre la naturaleza y educación de la moralidad. La psicología de la conciencia moral había dicho años ha que en los juicios morales hay juicios de valor, y que en éstos la orexis y emotividad tienen mucha trascendencia, por lo que es sumamente aventurado defender que la instrucción es el único medio de moralizar al  hombre. En esta misma línea de pensamiento están, indirectamente, cuantos sistemas filosóficos propugnan la existencia de componentes crécticos y emocionales en el acto cognoscitivo.

¿Por qué se dice que el adoctrinamiento es opuesto a la educación? 

Estos dos conceptos son opuestos ya que la educación abre la mente de los alumnos, la desarrolla, fomenta el juicio y razonamiento critico, les hace pensar por sí mismos. El docente aquí brinda la información, orienta, pero es el alumno quien piensa de manera autónoma, toma sus propias decisiones, elige y analiza la información brindada por el docente.

En cambio el adoctrinamiento manipula, cierra la mente, fomenta las creencias y no razona.
Aquí el docente da la información sin dejar que ellos descubran la realidad y la verdad que les rodea. Siendo así que el docente no justifica las creencias, y el niño tiene que aceptar las cosas como se las dan, es propio de una enseñanza memorística (sin razonamiento).Así se dirá que este docente adoctrina en lugar de enseñar.

¿En qué consiste la educación moral? 

La educación moral es aquella por la cual se forma al ser humano en desarrollo (alumno) en valores, así el maestro tiene la tarea de no solo impartir conocimientos, sino también de formar al individuo en el aspecto moral y ético, donde éste aprende a poder vivir en armonía con los demás y consigo mismo.

Es muy importante que los maestros desempeñen muy bien esta tarea, ya que así se estarán formando buenosciudadanospara el mañana, personas que tengan autonomíapersonal, que sean conscientes de los derechos y deberes que poseen, solo así como maestros habremos aportado a la sociedad.

Referencia :
Fermoso,P.(2007)………………. Teoría de la Educación
                                                      Ed.Trillas. México     

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