EDUCACIÓN E
INSTRUCCIÓN
“Instrucción” es un
vocablo de origen latino (in, struere) que, etimológicamente, significa “construir
en”, y se usa en un sentido material de construcción y destrucción o en un sentido
psicológico de “información”, “trasmisión de conocimientos”... Como sinónimo de
“información” tiene el sentido de “dar informes”, de “dar forma”. Instructor es
la persona de quien parten los conocimientos impartidos; instruída es la
persona que los recibe y asimila. Es posible entenderla también como proceso o
como término y producto; en el primer caso denota la actividad por la cual se
opera la “instrucción”, y en el segundo, el cúmulo de contenidos trasmitidos y
aceptados. Se usa este término, en medios jurídicos, para “formalizar un
proceso o expediente conforme a las reglas y prácticas del Derecho”
(Diccionario de Lengua Castellana); y fuera de este contexto legal, el
diccionario recoge estos sentidos: “Doctrinar; comunicar sistemáticamente
conocimientos; informar sobre una cosa; dar reglas de conducta”. Todos estos
significados tiene la palabra “instrucción” en ciencias de la educación. Básica
y primordialmente, instruir es un trasvase de contenidos culturales, es una
enseñanza, es un adoctrinamiento, es una información, es un desarrollo
intencional de la capacidad asimiladora intelectual que posee el hombre, lo
cual le permite situarse mejor en medio del mundo que le rodea, heredar la
tradición, revisar las lecciones de estas derivadas, poseer elementos de juicio
y de relación, para avanzar y crear. La instrucción hace referencia directa a
las potencias cognoscitivas del hombre. Si la instrucción produce otros
efectos, serán consecuencia de esta educación intelectual.
La instrucción, junto con
la personalización y la socialización, Constituyen el proceso educativo; y por
tanto, este capítulo continúa este rico y profundo tema. Antes de nada, y
asentada esta base, hemos de reconocer que la instrucción es, al menos, parte
del proceso educativo; que lo discutible es el radio de acción de la
información, y si puede ser tan amplio, en casos, que constituya todo el
proceso educativo, y no sólo una parte.
“Instrucción” es sinónimo
imperfecto de “saber”, cuando esta palabra no significa el “gusto” y “saboreo”
de lo aprendido, sino escuetamente “conocer”. La instrucción puede denotar un “saber
muerto”, es decir, informaciones y conocimientos adquiridos en algún momento de
nuestra vida que, por no haber sido integrados en nuestra personalidad, han
sido olvidados o rechazados. El “saber muerto” tiene dos explicaciones profundas:
la primera es la psicoanalítica, que explica el olvido por una eliminación
inconsciente de datos no vinculados al yo o que le hostigan angustiosamente; la
segunda es la optimista de quienes piensan que el olvido y rechazo son
necesarios para la supervivencia; la creación y el progreso, pues seleccionamos
de lo aprendido aquello que más nos enriquece, nos ilusiona y nos rejuvenece
proyectándonos hacia un futuro, cargado del misterio de lo desconocido y
novedoso. Más superficial es creer que el “saber muerto” lo constituyen una
serie de datos superficialmente aceptados, para salir de un trance aceptado
pero no vívido como importante; tal sería el mecanismo de olvido y rechazo del
material acumulado en vísperas de los criticados exámenes tradicionales, en los
que se hilvanan las cosas, pero no se integran y estructuran.
La instrucción puede ser
un “saber asistemático o de papagayo”, que es una información repetida tal y
como fue trasmitida, sin que haya habido una “experiencia”, en el sentido de J.
Dewey, porque no se ha descubierto su mensaje; es un conocimiento epidérmico,
sin afectar verdaderamente a la persona; es un saber almacenado sin que se haya
convertido en jugo propio; es un saber prestado y repetido, sin que el yo lo
haya hecho suyo. Se distingue del “saber muerto”, porque no ha sido rechazado
ni olvidado, sino que todavía está presente, recordado; pero poca trascendencia
tiene desde el punto de vista educacional.
La instrucción es un saber
especializado o reducido, limitado a una pequeña parcela de todo el concierto
de saberes; es un equivalente de la formación específica, contrapuesta a la
general. Es una manera muy actual de instruirse, convencido el sujeto de la
dificultad insalvable de dominar el anchuroso campo de la ciencia total. A
medida que la humanidad ha allegado más saber sobre cada cosa o realidad, la
limitación humana aconseja renunciar a la vasta sabiduría del erudito, que sabe
muy poco de muchas ciencias. El saber especializado es el saber bárbaro, del
que Ortega y Gasset hacía broma y del que se reía o compadecía, para lo cual
sólo existía el remedio de la
Facultad de cultura en las universidades, que era un modo
humanístico de defenderse de la reducción al rincón sombrío de un saber tan
minifundiado, que rompía la armonía del conjunto.
La instrucción es un
saber interiorizado, extremo opuesto del “saber de papagayo” y del “saber
muerto”; es el saber que se asimila y pasa a forma parte de la persona, con la
que se confunde y en la que resulta imposible disociar lo que era ya pensamiento
propio y lo que se ha recibido por la instrucción, porque se integra y
estructura en la unidad del yo pensante, influye en la conducta, lanza al
hombre a la aventura de lo desconocido y no es fácil señalar la fuente de la
que emanó, ya que, vertida el agua en el aljibe propio, pasa a ser personal.
Instrucción
y enseñanza
En la díada
enseñanza-aprendizaje, la enseñanza es la parte correspondiente al adulto, que
trasmite los contenidos culturales, por más que sea un concepto recíproco de
“aprendizaje”. En la enseñanza el educando es el término de la acción docente,
término necesario para la subsistencia de la enseñanza, pero directamente hace
referencia a la acción del maestro. “Enseñar” se deriva etimológicamente de
“insignare”, cuyo significado es “señalar en”. Atendiendo a su origen,
enseñanza es la acción de señalar contenidos para que el aprendiz se fije y
pueda activamente asimilar lo que le indican para fijarse. El docente tiene dos
maneras principales de “señalar”: mostrando empírica e intuitivamente las cosas
y destacando con un signo o señal las cosas que desea sean grabadas en la mente
del que aprende. El que enseña, además de señalar y llamar la atención sobre
las cosas, en cierta medida se muestra y “enseña” a sí mismo, convirtiéndose en
modelo y patrón. Es una manera de instruir y enseñar: mostrar modelos adultos
al ser en desarrollo para que los imite, revise, critique y juzgue, permitiéndole
quedarse con lo modélico e imitable aquí y ahora.
Instrucción
y aprendizaje
“Aprendizaje” es un sustantivo
derivado del verbo aprender, y éste a su vez, del vocablo latino
“aprehenderse”, que significa “coger”, apuñar algo para que no se escape. Quien
aprisiona y coge es el aprendiz es decir, el educando. En nuestra legislación
se ha llamado “aprendiz” a quien se iniciaba en el primer nivel de la formación
profesional El acento recae en el educando, en contraposición con la enseñanza
que recaía sobre el docente o educador. El diccionario recoge estos sentidos
principales del verbo “aprender”: “Adquirir el conocimiento de una cosa por
medio del estudio o de la experiencia; tornar algo e la memoria”. El
aprendizaje es tarea del alumno, y hoy son tan diversos los significados que
pueden darse a esta palabra, indudablemente vinculada a la instrucción, como lo
son las escuelas y sistemas que explican este proceso psicológico de
enriquecimiento y de asimilación e interiorización de estímulos. Las teorías
conductistas y neoconductistas son las más abundantes y las que más llenan los
cursos sobre aprendizaje (learning). Justamente el concepto de “aprendizaje” puede
ser el eslabón que une dos partes diferentes en su apariencia de la cadena:
instrucción y educación. En la definición misma por mí propuesta sobre
educación, la instrucción se contrapone, como proceso, la personalización y a
la socialización, como si nada tuviera que ver con ellos. El aprendizaje no es
instrucción, en cuanto efecto; es mucho más. En los procesos de personalización
y socialización hay aprendizaje; y de ahí su misión-puente, porque aprender de
esta manera no es instruirse, sino educarse.
El aprendizaje es el
proceso contrario a maduración; el aprendizaje es un enriquecimiento mediante
la introyección e integración de lo circundante en el aprendiz, en el receptor.
Y consecuentemente, no es el aprendizaje una instrucción en quien se instruye,
sino mucho más rico y educativo. El aprendizaje es un descubrimiento, un efecto
del método heurístico que se concreta en las dos clásicas cuestiones de los
estudios norteamericanos sobre aprendizaje: formación y resolución de
problemas.
Instrucción
y adoctrinamiento
Es una cuestión que ha
comenzado a interesar a los investigadores anglosajones, principalmente a
aquellos que simpatizan o militan en el análisis lógico de una u otra clase. En
estos ambientes todo ha quedado en precisiones lingüísticas y en
esclarecimientos conceptuales. Sin embargo, después de que los movimientos
liberadores han hecho sus manifiestos, y después de que los regímenes
democráticos han cargado de sentido peyorativo la palabra “manipulación”, como
antitética de “liberación”, la cuestión del adoctrinamiento educacional, con significado
muy próximo a “manipulación”, ha llamado la atención de los centroeuropeos. A
nosotros nos resulta de suma importancia y, desde luego, el problema más
moderno que entra en la órbita del polimorfismo del vocablo “instrucción”. En efecto,
adoctrinamiento y manipulación son procesos totalitarios, comprometedores de la
dignidad de la persona humana y opuesto, por consiguiente, a la educación. La
teoría educativa no puede ser indiferente a tan trascendental concepto.
A cuatro disciplinas
puede afectar el adoctrinamiento: a la historia y la formación cívico-política,
a la formación religiosa, a los filósofos moralistas y a los teóricos de la
educación. Sin embargo, no hay consenso, ni mucho menos, en el significado real
del vocablo “adoctrinamiento” (“Indoctrination”). Piensan unos que el
adoctrinamiento es una adhesión que no se apoya en evidencia, sino en la
irracionalidad de una crencia, y sería, a lo sumo, buen preámbulo educacional,
porque ahorraría justificar en los estadios primeros de la vida la serie de
creencias que en la educación intervienen; sería un estado hipotético,
tratándose de adultos, para iniciar el proceso. Creen otros que el adoctrinamiento
existe, siempre que no se justifican las creencias no racionales aprendidas por
el niño, siempre que al inculcarlas impedimos la capacidad de instrucción
posterior. Opinan otros que el adoctrinamiento conlleva “la detención en los
niños del desarrollo de la capacidad de pensar por sí mismos”. Hay
adoctrinamiento, cuando el docente trasplanta la información a los alumnos, sin
dejarles que descubran por sí mismos la realidad y la verdad; algunos más
puritanos y exigentes tachan de adoctrinamiento cualquier intento del maestro
porque los niños memoricen datos. En la década de los cuarenta, la revolución
cultural china y los sistemas soviéticos han hecho más complejo aún el concepto
de adoctrinamiento, pues el “lavado de cerebro” es considerado adoctrinamiento.
La complejidad del
concepto “adoctrinamiento” dificulta definirlo con exactitud y exclusivismos,
pues son varias las situaciones en que pueden darse. Los criterios más comunes para definir el
adoctrinamiento son la intención, el método y el contenido.
En cuanto a las
intenciones, se acepta que son cuatro las que pueden convertir una información
instructiva en adoctrinamiento: cuando se enseña memorizando sin atender al
significado de lo aprendido; cuando el alumno debe creer en la verdad de una
proposición sin darle razones; cuando se implanta en el niño la creencia
inamovible de una conducta determinada; cuando no se permite al niño descubrir
su verdad, sino que se le hace aprender tal y como se la ofrece ya descubierta
el docente.
El adoctrinamiento no
sólo proviene de la intención del docente, sino también de los contenidos
trasmitidos, tales como las creencias religiosas, políticas y morales, campos propicios
para el adoctrinamiento, como ya indicamos. Hay autores que abarcan con una
expresión genérica ese tipo de contenidos; la expresión es creencias
doctrinales. Sin embargo, los más niegan que sea criterio exclusivo y
suficiente el de los contenidos ideológicos o doctrinales, si no hubiere
intencionalidad de imposición.
También el método puede
ayudamos a juzgar si se trata de instrucción o adoctrinamiento, sin que haya
necesidad de recurrir a amenazas, torturas o discusiones críticas, para aceptar
como verdaderas, sin ser probadas, proposiciones. Todos los métodos
dogmatizantes, aunque las apariencias sean tolerantes, son indicio de que el
maestro adoctrina en lugar de enseñar.
En conclusión, hay
adoctrinamiento siempre que se fuerza una creencia, sea por la intención
perseguida, sea por el contenido o sea por el método usado. Y sobre todo, lo
hay cuando la creencia forzada se impone como inamovible.
La educación y el
adoctrinamiento son extremos opuestos. La educación abre y desarrolla la mente,
expulsa las creencias, tamiza y critica; el adoctrinamiento cierra la mente,
fomenta las creencias y critica; el adoctrinamiento cierra la mente, fomenta
las creencias y no razona. Toda la bibliografía anglosajona repasa las
implicaciones educacionales del adoctrinamiento en las áreas donde los
contenidos, de suyo, se prestan más a esta forma de instrucción.
Posibilidad
de educar moralmente mediante la instrucción
El primer teórico en
cuestionarse sobre si la instrucción era medio apto para educar moralmente fue
Sócrates, a quien, con razón, puede considerársele el iniciador del intelectualismo ético, expresión
con la cual significamos la opinión de los defensores de la posibilidad de
alcanzar la virtud, o sea, la educación moral, mediante procesos cognoscitivos.
Este es el alcance histórico del problema y, por consiguiente, es uno de los
puntos más discutidos sobre educación e instrucción. No duda nadie que la
educación intelectual se realiza a base de procesos cognoscitivos; lo que
divide a los teóricos es el pronunciarse sobre el alcance de la instrucción en
el terreno de la educación moral.
La virtud (frónesis)
socrática es un hábito intelectual, porque saber y querer, virtud y sabiduría
son iguales, ya que el bien conocido es necesariamente practicado y el mal no
es hecho conscientemente por ningún mortal. Consiguientemente, la educación
moral se opera en el entendimiento. Sócrates tuvo de la educación una visión
estrictamente ética, y se interesó únicamente por el mejoramiento de la
conducta humana. La virtud exige un requisito para necesariamente ser
practicada: conocerla; y este conocimiento se alcanza por la enseñanza. La
virtud puede enseñarse; y la primera virtud es la sabiduría, entendida como un
saber general sobre el bien. Las demás virtudes son también saberes; pero sobre
bienes particulares.
La psicología moderna
indirectamente se ha pronunciado en esta cuestión. Piaget, en su primera etapa
de investigador, reduce la educación moral a la formación del “juicio moral”,
que tiene un desarrollo paralelo al genético epistemológico, porque el juicio
moral es un aspecto de la actividad intelectual; la educación moral ha de
culminar en una autonomía en la esfera de la moralidad, tras haber pasado el
niño por periodos de anomia y heteronomia. En S. Freud el origen Y desarrollo
de la conciencia moral y su formación siguen otros derroteros —los de su teoría
psicodinámica— y la conciencia moral está condicionada por el desarrollo de la
sexualidad y la influencia de los modelos parentales, no por la instrucción. A.
Roldán hace ver cómo modernamente la educación moral es igual a origen y
formación de la conciencia moral, y sin que su pronunciamiento sea claro,
acepta el peso de la filosofía neoescolástica a la hora de teorizar sobre la
naturaleza y educación de la moralidad. La psicología de la conciencia moral
había dicho años ha que en los juicios morales hay juicios de valor, y que en
éstos la orexis y emotividad tienen mucha trascendencia, por lo que es
sumamente aventurado defender que la instrucción es el único medio de moralizar
al hombre. En esta misma línea de pensamiento
están, indirectamente, cuantos sistemas filosóficos propugnan la existencia de
componentes crécticos y emocionales en el acto cognoscitivo.
¿Por qué se dice
que el adoctrinamiento es opuesto a la educación?
Estos dos conceptos son opuestos ya que la educación abre la
mente de los alumnos, la desarrolla, fomenta el juicio y razonamiento critico,
les hace pensar por sí mismos. El docente aquí brinda la información, orienta,
pero es el alumno quien piensa de manera autónoma, toma sus propias decisiones,
elige y analiza la información brindada por el docente.
En cambio el adoctrinamiento manipula, cierra la mente, fomenta
las creencias y no razona.
Aquí el docente da la información sin dejar que ellos descubran
la realidad y la verdad que les rodea. Siendo así que el docente no justifica
las creencias, y el niño tiene que aceptar las cosas como se las dan, es propio
de una enseñanza memorística (sin razonamiento).Así se dirá que este docente
adoctrina en lugar de enseñar.
¿En qué consiste
la educación moral?
La educación moral es aquella por la cual se forma al ser humano
en desarrollo (alumno) en valores, así el maestro tiene la tarea de no solo
impartir conocimientos, sino también de formar al individuo en el aspecto moral
y ético, donde éste aprende a poder vivir en armonía con los demás y consigo
mismo.
Es muy importante que los maestros desempeñen muy bien esta
tarea, ya que así se estarán formando buenosciudadanospara el mañana, personas
que tengan autonomíapersonal, que sean conscientes de los derechos y deberes
que poseen, solo así como maestros habremos aportado a la sociedad.
Referencia :
Fermoso,P.(2007)………………. Teoría de la Educación
Ed.Trillas. México
No hay comentarios:
Publicar un comentario